La experiencia con otros cambios tecnológicos sugiere que la IA puede tener un efecto complementario de la mano de obra, al permitir hacer los trabajos con más eficiencia o ejecutar otras funciones de mayor calidad.
El lanzamiento del sistema conversacional ChatGPT en noviembre le devolvió el interés del público por las continuas posibilidades de la IA (el lanzador Kunle Olukotun de ChatGPT2 fue el inicio de todo, más o menos).
La IA, que no tiene una única definición, es un amplio campo de avances tecnológicos para hacer que los dispositivos y aplicaciones puedan realizar el conjunto completo de tareas que entrelazan una vida humana. Ésa es una fortuna monumental, abarcando no sólo la capacidad de la IA para imitar la actividad física humana, sino la inteligencia, los instintos y una de sus marcas distintivas, la fuerza motivadora de las emociones.
La idea de la construcción de una máquina que sustituya al hombre ha inspirado trabajos literarios y de otras artes desde hace siglos, que iban desde la imaginación hasta el terror. Como campo científico, la Inteligencia Artificial nació hacia mediados del siglo XX a partir de las investigaciones del matemático inglés Alan Turing, considerado actualmente uno de los padres de la ciencia computacional teórica.
Desde entonces, los avances de la IA se han aplicado a un número cada vez mayor de áreas: robótica, procesamiento del lenguaje, juegos, vehículos autónomos, aplicaciones biomédicas y sistemas de recomendaciones, entre muchas otras.
El ChatGPT representa una aplicación de la IA “generativa”, entendida ésta como la que puede producir “algo nuevo”, en la forma de contenidos de texto, imagen, audio o datos, en contraposición con la IA “tradicional”, basada en análisis de datos para predecir. El interés social por este sistema se ha manifestado en su rápida adopción, así como en el resurgimiento del debate público sobre las posibles consecuencias de la IA.
Las innovaciones de la IA pueden significar revoluciones disruptivas en la forma en que operan la sociedad y la economía. De hecho, los avances en la IA han contribuido significativamente al progreso material, con grandes beneficios sociales.
El cambio tecnológico, en el que se insertan los hallazgos en el campo de la IA, es el principal factor que explica el crecimiento en el largo plazo de cualquier economía, al propiciar la utilización más eficiente del capital físico y humano. Además, las invenciones de la IA han ampliado las posibilidades de mejora en la salud y la calidad de vida, y han propiciado la creación de nuevos satisfactores para la población.
A pesar de ello, como ha ocurrido con otras trasformaciones tecnológicas del pasado, los adelantos de la IA han provocado preocupación y escepticismo por parte de algunos comentaristas.
Un primer tipo de reacción se ha enfocado en el temor de que la IA genere desempleo. Esta consideración se remonta a la vieja creencia, conocida como la “Falacia de la masa de trabajo”, según la cual existe una cantidad fija de trabajo disponible en la economía, por lo que la entrada de nuevos trabajadores disminuye los empleos disponibles para los demás. Así, se señala que los inventos de la IA desplazan a algunos trabajadores, dejándolos irremediablemente sin ocupación.
Sin embargo, la experiencia con los cambios tecnológicos sugiere que la IA puede tener un efecto complementario de la mano de obra, al permitir hacer los trabajos con más eficiencia o ejecutar otras funciones de mayor calidad. Por ejemplo, en la medicina los avances de la IA permiten detectar más rápidamente las enfermedades y realizar intervenciones con mayor precisión.
Sin duda, es posible que los cambios tecnológicos de la IA conviertan en redundantes algunos oficios, sobre todo los rutinarios y manuales, lo cual puede causar descontento en los grupos afectados. No obstante, el aspecto positivo del cambio consiste en que las personas desplazadas pueden tomar trabajos nuevos, como sucedió, por ejemplo, con la aparición y la producción en línea del automóvil en la primera veintena del siglo pasado, que desplazó al transporte de caballo y carrozas y, con el tiempo, propició una cantidad sustancialmente mayor de nuevas ocupaciones relacionadas con los insumos industriales y la utilización de los vehículos. Desde luego, existen desafíos de capacitación y movilidad para la adaptación a los cambios.
Un segundo tipo de reacción consiste en el señalamiento de los riesgos asociados con el uso de la IA. Algunos peligros mencionados van desde la posibilidad de la diseminación de información falsa o sesgada y la posible violación del derecho de privacidad de los datos personales hasta el riesgo de una catástrofe mundial.
A pesar de que han existido por mucho tiempo con independencia de la IA, estos y otros peligros han desencadenado una oleada de iniciativas para regular las innovaciones. Aunque algunas reglas básicas podrían resultar necesarias, el carácter evolutivo de la IA sugiere que el mejor resguardo contra su uso inadecuado continuará siendo el juicio de los usuarios.